domingo, 20 de noviembre de 2011

A veces llueve y ni yo sé que hago.


A veces me gustaría escribir el mejor cuento, la poesía más prolija, el libro que me convierta en autor. Digo “a veces” porque no todo el tiempo estoy tratando de imaginarme un nombre como escritor sino que también paso mis horas repartido entre otras actividades. Trabajar, estudiar, dormir, comer y tratar de que una mujer no te escupa es siempre una tarea ardua que deja poco tiempo para suponerse escritor. Todo seria más sencillo si pudiera garabatear algo genial porque sé escribir. Mejor dicho: domino la coordinación viso motriz que permite representar ideas con palabras. Saber escribir es otra cosa porque seria algo así como decir que uno sabe jugar ajedrez porque conoce como se mueven las piezas. Sin embargo siempre contemplo la idea de que en algún momento aparecerá ante mi el texto que me salve y que tendrá mi firma. Lo extraño de esto es que lo imagino, lo toco, le encuentro sustancia pero no logro leerlo y ni siquiera me siento a escribirlo.
Usted como lector debe estar pensando: ¿Hacia donde va este sujeto? ¿Por qué esta escribiendo esto? ¿Acaso es el principio de algo bueno? Lamento responder que no. Esto que esta sucediendo no es otra cosa que un intento de iniciar un texto sobre un hombre que pretende ser un escritor intelectual y que en su afán por aparentar serlo solo se queda en la adopción de una imagen sin exponer la sustancia de su obra. El proyecto de cuento termino en el primer punto y ya no supe como continuar.

Y pensar que le acabo de robar unos minutos de su atención.

Tal vez por estas cosas a algunos nos será negado el cielo.

Perdón. Prometo que la próxima voy a escribir algo interesante.