lunes, 17 de septiembre de 2012

Despertar y soñar




Hay algo que es recurrente en la vida del monotemático Yofran Ecu y eso es el sentimiento de culpa. Este simple hombre sentía una especie de carga y responsabilidad por todos sus fallos y también por sus aciertos.
Tal fue ese peso que inicio la búsqueda de una solución para su culpa y (sintiendo culpa por ello) se encamino en la lectura del psicoanálisis. Este tipo de práctica le ofreció una especie de excusa básica llamada inconciente. De tal manera y ante cada situación que le generaba algún tipo de falta suponia que podía culpar a ese otro sujeto que le habitaba y que él no controlaba. A menudo se lo podía observar por las calles dándole gracias a Freud por los fallidos, lapsus, sueños y patadas que ahora tenían una explicación. Ese otro Yofran inconciente era quien se ocupaba de apagar el despertador a la mañana para que él bueno de Yofran se quedara dormido.
Asi fue como en este ejercicio de mentirse culpándose pero sin sentir culpa se hizo experto en la rápida pronunciación del postulado “duermo cinco minutos mas” que lamentablemente tuvo como efecto secundario empezar a descreer de si mismo. Debemos aclarar que esto lo llevo a desconfiar también del Yofran bueno y ya no podía diferenciar quien tocaba timbre y quien salía corriendo por lo que a menudo lo fajaban por dudar y no salir disparando.
Lamentablemente solo pudo improvisar una solución simple que fue empezar a trabajar en el turno tarde puesto que su jefe, al igual que él mismo, tampoco le creía y termino por despedirlo -con causa- un 5 de marzo. Tal vez este desafortunado hecho se debia un poco a sus llegadas tardes y mucho a que la patronal generalmente no entiende demasiado de psicoanalisis.
Sin embargo este tipo de sucesos le permitió escribir uno de sus poemas breves que dejaremos a continuación.

Despertar.
Saliendo del sueño
Resuena la pregunta
Martilla
Insiste
Y lo dulce que se espera
Se devánese en lo intenso.
Abatido
No seguirás soñando…
Tan solo dormirás.

Tal vez cuando los sapos bailen flamenco el señor Yofran dejara de mentirse pero parece difícil. Para graficar el momento dejamos una cancioncita que me gusta aunque no sea políticamente correcto. Tal vez solo era una excusa para poder dejar esta canción.

domingo, 15 de julio de 2012

Naranjas y demas


Leopoldo no era mal alumno, se distinguía por ser rubio, un poco colorado y bastante risueño por lo que estaba entre los preferidos de la maestra. Como tal intentaba cumplir al máximo las tareas que esta le encomendaba porque le gustaba ver como sonreía y le desordenaba los cabellos luego de poner un “Muy Bueno”. Su vida era sencilla y fue una tarde de invierno cuando un ejercicio de matemáticas lo despabilo tornándose complejo. La maestra al verlo refunfuñar le dijo que debía sumar naranjas y contar cuantas había y Leo se preocupo por hacerlo bien. El problema fue que descubrió que no todas las naranjas se parecen entre si y que hasta recordaba un pomelo que, en cualquier inspección de vecina, podía pasar por naranja. Pensó que si podía sumar esa otra naranja, que parecía una mandarina, con una que tenia ombligo entonces podía sumar el pomelo mediano. Si hacia esto ¿porque no sumar frutas y dentro de las frutas los pequeños kinotos que no le gustaban? Fue así que comenzó a contar y al llegar a las peras recordó que cuando las comía liberaban agua por lo que debía también incluir el líquido. De repente descubrió que podía contar cosas que cumplían con la condición de no poseer una cualidad, así que debía contar todas las monedas que no fueran plateadas pero que siendo monedas también debían estar en la cuenta. Llego a la conclusión de que el mar podía ser incluido en la suma por litros (como el de las peras) pero también como la unidad “el mar” por lo que se rasco la cabeza y miro el techo. No podía parar y aun consternado por tales descubrimientos siguió contando hasta que la campana del recreo hizo que la maestra le preguntara si se sentía bien. Simplemente se limito a decir que perdió la cuenta al llegar a 126 cosas por lo que salio cabizbajo del salón. Fue un esfuerzo importante porque solo sabía contar hasta 100 pero ese detalle le cambio la vida. Tiempo después cuando la directora se entero del recóndito suceso recomendó a la maestra nunca mas aplicar el ejemplo de las naranjas.

Leopoldo siguió su vida normal y se recibió de contador, en sus años mozos de facultad se distinguía por ser rubio, un poco colorado y bastante triste.